lunes, 10 de octubre de 2011

EL ENCINAR DE MADERUELA




Nuestro punto de partida será una vez más el Monasterio de Veruela. Desde allí, a unos 2,7 km. llegaremos (en dirección a Agramonte) a un pequeño claro a nuestra izquierda, junto a unos pinos silvestres.

A nuestra espalda podremos observar como un camino se interna en la espesura; es aquí en donde comienza este corto trayecto de poco más de 5 km que realizaremos en sentido circular.

Hemos entrado en el barranco del Prado, en donde nos encontraremos con algunos grandes chopos y con una antigua edificación.

A partir de entonces comenzará una subida que ,durante una media hora a buen paso, transcurrirá entre un espeso encinar en el que podremos observar algunos quejigos.

Durante todo el trayecto veremos bifurcaciones que pueden hacernos dudar, pero es fácil, siempre tomaremos la opción de continuar por la derecha.

El camino se va estrechando poco a poco hasta llegar al final del bosque, en donde veremos un camino perpendicular al cual accederemos tomando la derecha y llegando al poco a la carretera, la cual cruzaremos y continuaremos hasta, a pocos metros, encontrar otro camino que se adentra en el encinar (a la derecha) que marcha paralelo a la carretera entre las encinas.

Al llegar a una curva cerrada nos cruzaremos con un cortafuegos que baja del monte y que seguiremos hasta llegar a la carretera.

Llegaremos al poco a la cueva de Maderuela, la cual merece visita y de la que desgraciadamente no podemos ofreceros imágenes porque una mala previsión nos hizo quedarnos sin batería en la cámara fotográfica, pero os indicamos un enlace en el que os contarán su encanto : http://encantodelmoncayo.blogspot.com/2011/02/cuevas-de-maderuela.html. ¡GRACIAS ROCÍO!

Como todos los paseos por el Moncayo éste tiene un gran encanto y merece la pena recorrerlo porque es sencillo y muy relajante. La lástima es que el día que escogimos para hacerlo el viento soplaba con ganas y la gran cantidad de especies de aves que habitan este encinar estaban todas a resguardo y ésto, unido al ruido que producían nuestros pasos al pisar las hojas ya secas del camino hizo imposible poder contemplar algún animal del bosque. Otro día será.

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