viernes, 19 de agosto de 2011

Ícaro (Macho) (Polyommatus icarus)



Hace mucho, mucho tiempo, el rey Minos de Creta encarceló a Dédalo, el arquitecto que había diseñado su famoso laberinto, en una alta torre. Pero éste, que era muy habilidoso con el bricolaje fabricó con plumas y cera un par de alas para él y otro par para su hijo Ícaro, y se fugaron los dos volando como gorriones. Luego a Ícaro le pudo el entusiasmo y acabó malamente. Varios siglos después, a los entomólogos les dió por poner nombres mitológicos a las , y a ésta le tocó el del famoso joven con alas de cera.




Hay varias especies parecidas que no resulta facil distinguir. Los machos presentan el anverso de las alas de color azul brillante y el reverso de color ocre con manchas negras y blancas. Las hembras en cambio suelen ser marrones en lugar de azules en el anverso y parecidas a los machos en el reverso.

Las orugas de muchas especies de licénidos tienen una glándula que segrega una melaza muy apreciada por las hormigas, que las transportan hasta sus nidos, donde las orugas cambian su dieta vegetariana por una más proteínica, desarrollando un relación simbiotico-parasítica con las hormigas.



En los machos de Polyommatinae destacan las alas azules brillantes. Las hembras de éstos licénidos suelen ser marrones u ocres y pueden ir acompañadas de bandas o puntos submarginales anaranjados en el borde de sus alas.

Pero la complicación viene porque son totalmente diferentes con las alas cerradas o abiertas, si las tienen cerradas nos muestran la parte inferior del ala. Hay especies en las que nunca he podido ver su parte superior, siempre las veo con las alas cerradas, aunque las veo sus colores mientras vuelas, se posan y cierran sus alas.





Esto es todo una estrategia uno de los métodos que tienen de calentarse, a veces cuando se posan sobre una flor, observas que giran, adoptan una postura para que incida de mejor manera sobre sus alas la radiación solar, otras veces, con las alas cerradas, las inclinan, como intentando ajustar el azimut de su heliostato natural, son como una placa solar viva.

En ocasiones calientan su parte inferior "abrazando las piedras", se pegan prácticamente a las lajas de pizarra y mientras aprovechan su habilidad de tener el paladar en sus patas para saborear todo lo que pisan, una genialidad de la evolución.



















En: macroinstantes.blogspot.com y www.flickr.com

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